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La gran epidemia de viruela de 1921

 

A la nueva Municipalidad, instalada el 1º de mayo de 1921, y formada por los Alcaldes, señores Martín González Ossandón, Roberto Ibar Bruzzone, Uldaricio Miranda y los Regidores, señores Francisco Rudolph, Alberto González Cruz, Carlos Guy, Ruperto Silva, Javier 2º Cruz y Juan Cruz Díaz, le correspondió la dolorosa tarea de dirigir los destinos de la Comuna en dos períodos cruciales de Vallenar.

Primero, la espantosa epidemia de viruelas que asoló la población del Valle, y luego.

 “El Trabajo” del 21 de Abril de 1921, dio la alarma de haber aparecido la viruela en La Serena. Pide a las autoridades que se tomen medidas contra el peligro que entraña el tráfico de los trenes, agentes de contagio.

El 8 de mayo, en un artículo de Crónica del mismo inter-diario, se lee: “Un varioloso en Vallenar”. Un pasajero del tren, desembarcado en Vallenar, procedente de La Serena. Es una criatura en brazos de su madre. El Dr. Eleazar Rodríguez Aguirre. Jefe de la Oficina de Higiene, y el Vacunador, señor Alfredo Santa Cruz, lo reconocieron, y vacunaron a todos los pasajeros. Se aisló al pestoso y a su familia, hasta esperar la cuarentena. La oficina de Higiene tomó nota del domicilio de los aislados.

En la sesión extraordinaria celebrada por la Ilustre Municipalidad, bajo la presidencia del Primer Alcalde señor González, se tomó el acuerdo de crear una Oficina de desinfección, con su correspondiente personal, como una medida preventiva para todos aquellos casos en que se presentaran epidemias, de acuerdo con el Código Sanitario.

Con el título de “Viruela en Vallenar”, el periódico “El Trabajo” del 23 de junio dice que el vacunador, señor Santa Cruz se ha acercado a la imprenta, comunicando que la epidemia se ha propagado “por las cuatro puntas” de la ciudad. Había fallecido un niño en la casa de la familia Arancibia, al norte la calle Escuela, víctima del flagelo temido.

El 26 de junio, el Dr. Isauro Torres, sin duda con el objeto de evitar el pánico y el éxodo de la población, en un artículo publicado en el mismo órgano de prensa bajo el título de “Cartas al Director” desmiente la aseveración del señor Santa Cruz de que toda la ciudad está infectada, pero deja en claro que las autoridades han tomado las medidas del caso para conjurar el desarrollo de una posible epidemia, pues efectivamente, tan pronto como se comprobó el primer caso, el Dr. Torres insistió en que debía pedirle urgentemente vacunas a la Dirección General de Sanidad, y el mismo procedió a vacunar personalmente en el Hospital y en la Oficina de Higiene Municipal.

Se enhebró con los dichos, una polémica, sin resultados positivos, como no fuera el avance de la epidemia, en forma lenta, pero fatal, pues se carecía de vacuna suficiente.

“El Trabajo” da cuenta, el 28 de junio de ser 6 los variolosos que había en Vallenar, lo que demuestra que la epidemia no había cundido aún.

El Doctor Torres en las “Cartas al Director”, del 2 de julio al admitir la existencia de la viruela, declara que, atendida la forma como se inocula esta enfermedad y la configuración geográfica de nuestro país, la aparición de la epidemia en Vallenar era inevitable, con tanta mayor razón, cuanto que no escapan a este flagelo, ciudades importantes, como Valparaíso, La Serena y Coquimbo, donde existen grandes desinfectorios, muy bien atendidos, a cargo de personal numeroso e idóneo. Insiste en que los desinfectorios son útiles y que lo que procede es la vacunación.

En esta misma fecha, tiene lugar una importante reunión de vecinos en la Municipalidad, junto con las autoridades locales, presidida por el Primer Alcalde, señor González y con asistencia del señor Alberto Coo Tagle, Administrador del Cementerio, señor Teodolindo Álvarez, Administrador del HospitalNicolás Naranjo, Doctor Isauro Torres, Médico Municipal, Francisco Rudolph, Presbítero Francisco Javier Olivares, Cura y Vicario Foráneo, Santiago Álvarez, Notario Público y los respetables vecinos señores Alberto Gallo, David Álvarez, Esteban Bruzzone, Ricardo Conde, Ceferino Tornero, Oscar Avendaño, Juan Pavéz, Manuel Manríquez, José Domingo Torres, Marcos Rodríguez, Hernaldo Mancilla y Roberto Carvajal Pardo.

Se cambiaron ideas acerca de la manera de conjurar el avance de la epidemia y se adoptaron algunas medidas de profilaxia como desinfección de vehículos, supresión de permisos a vendedores ambulantes, etc.

La Oficina de Higiene redactó una cartilla con instrucciones acerca de la manera como debían actuar los habitantes para evitar el contagio de la enfermedad – cartilla que se repartió profusamente entre el público.

Se nombraron comisiones para recibir erogaciones de los vecinos y hacendados y otras encargadas de las “visitas de inspección domiciliaria” a los hogares de la población para constatar los “casos” ocultos, denunciarlos a la autoridad y dar cuenta del estado sanitario de las viviendas.

El 30 de junio, la Alcaldía dictó un decreto sobre aseo general de la población, extracción de basuras, etc.

Habiendo renunciado a sus empleos el Jefe de la Oficina de Higiene y Médico Municipal, doctor Eleazar Rodríguez, el Alcalde nombró con fecha 4 de julio, al Dr. Isauro Torres para reemplazarlo en calidad de interino.

El 10 de julio, decía “El Trabajo”: “Recrudece en forma por demás alarmante este maligna enfermedad. Hasta anteayer se asilaban en el Lazareto más de cuarenta variolosos y con los que deben haberse llevado anoche, y los que con seguridad se llevarán hoy, es posible que se complete el número que puede contener ese asilo y las consecuencias de tal estado de cosas no es posible imaginar.... El jueves a las 4 P.M, un individuo que muy campante recorría las calles de la ciudad, fue recogido por la policía, porque en la cara revelaba ser un varioloso, conducido a la Oficina de Higiene, el Médico constató la presencia de un caso de viruela. Otro individuo cabalgando en un burro, hacía su entrada triunfal a las calles de la ciudad con la peste rotada. Ambos fueron enviados inmediatamente al Lazareto. Esto es algo horroroso”.

Mientras tanto, la Ilustre Municipalidad clama al Gobierno, solicitando vacunas y fondos para combatir la epidemia, ayuda que tarda en llegar.

El pueblo de Vallenar, sin distinción, contribuye con sus erogaciones a formar un fondo para la campaña contra la viruela, reuniendo una suma cercana a los cinco mil pesos.

Ante la indolencia del Supremo Gobierno, los municipales toman un acuerdo ilegal, pero que justificaban las circunstancias: emplear los veinte mil pesos que se encontraban depositados en la Caja Municipal y que debían ser ingresados en arcas fiscales para satisfacer las exigencias impuestas al Municipio por la Ley de caminos, para invertirlos en la lucha contra la epidemia. Pone esta suma en poder del COMITÉ CONTRA LA VIRUELA, presidida por el prestigioso vecino, abogado don Alberto Coo Tagle, e integrada por el Gobernador, señor Arturo Echegaray, el Primer Alcalde señor Martín González, los vecinos Alberto Gallo y Manuel Manríquez y los Doctores Isauro Torres y Eleazar Rodríguez.

El señor Alberto Coo, en un artículo titulado “Indolencia”, publicado en “El Trabajo” del 24 de julio, aplaude sin reservas la medida adoptada por la Ilustre Municipalidad, de invertir los $ 20.000 de fondos fiscales para tomar las medidas extremas que las circunstancias exigían a fin de salvar la vida del pueblo. Se transcriben en dicho artículo los telegramas suplicantes dirigidos por el Alcaldes señor González al Diputado por Vallenar. Al Consejo de Gobierno Local, y otro dirigido por 117 vecinos al Presidente de la República, y se destaca que el Supremo Gobierno ha dispuesto, en la ayuda de la campaña contra la viruela, la irrisoria suma de un mil pesos, y la promesa de enviar después otros mil.

En la “Memoria” presentada a la Ilustre Municipalidad de Vallenar por el Presidente del “Comité contra la Viruela”, señor Coo, se dice que con esos $ 20.000 que la Corporación puso en sus manos y las erogaciones particulares, empezó el Comité su campaña.

Condensamos a continuación el extenso y valioso documento a que acabamos de referirnos:

El Comité organizó los Servicios de la manera siguiente:

Oficina Central, a cargo del señor Coo Tagle.- 

Primera Sección: Investigación, Jefe. Dr. Isauro Torres.

Segunda Sección: Tratamiento Médico: Jefe Dr. Rodríguez.

Tercera Sección: Alimentación: Jefe señor Alberto Gallo

Cuarta Sección: Vestuario: Martín González.

Quinta Sección: Desinfección: Jefe: Dr. Julio San Miguel.

Sexta Sección: Contabilidad: Jefe, señor Manuel Manrìquez.

El Comité, así organizado, dirigió su atención primero a intensificar la vacunación y habilitar, “en forma humana”, el Lazareto Número Uno, ubicado en el Llano de Marañón.

Hubo necesidad de instalar el Lazareto, Número Dos, que se hizo en la Quinta Alvayay, cedida por don Alberto Coo.

Destaca, al comienzo, la labor de los miembros del Comité y de las personas que lo secundaron: el Cura Párroco, señor Francisco Javier Olivares, que “verdadera abnegación cristiana y con desprecio absoluto de su vida” visitaba diariamente a los pestosos para llevarles alimentos, medicinas y consuelo espiritual. Luego, se refiere al Dr. Alberto Eyzaguirre, y el Practicante, señor Luis Zapata, enviados por la Dirección General de Sanidad para colaborar en la lucha contra la epidemia, y que se hicieron acreedores a la gratitud de todo el pueblo. Trata en seguida del Servicio de Alimentación, y menciona al Jefe señor Alberto Gallo, y a sus Ayudantes, los profesores señores Andrés Villa, Carlos Araya, Emelino Moya y Luis Varas Morales, por sus útiles servicios y su altruista comportamiento. Este servicio atendía la alimentación de los pestosos de ambos Lazaretos y a más de 200 familias y a los desvalidos que acudían a su local, cedido generosamente por el Alcalde, señor González.

Habla enseguida de la visita del Intendente de la Provincia, señor Luis Romo Ch. y de sus acertadas medidas.

Luego, se refiere a la implantación de la Vacuna Obligatoria, que hizo necesaria la creación de una 7.a Sección a cargo del Dr. Oscar Avendaño, secundado en su acción por la señora Clementina Portales de Franco, señoritas Zunilda Díaz, Raquel Martín, Teresa Mieres, y señores Eleodoro Martín, Alamiro Álvarez, Manuel Araya, Pedro Ruiz y otros caballeros y damas.

Hubo necesidad de instalar el Lazareto Número Tres, en la Quinta Alvayay, bajo la dirección de la señorita Eufrisinia Montenegro.

Enseguida, los enfermos del Lazareto Número Uno fueron trasladados a los otros dos.

El 1º de septiembre quedaba clausurado el Lazareto Número 2, restando sólo el número  Tres, con 51 enfermos.

Refiriéndose a la cooperación que encontró el Comité de parte de las Autoridades, profesores, etc., menciona agradecido los nombres del Primer Alcalde, señor Martín González, del Gobernador del Departamento señor Arturo Echegaray, del Juez Letrado, señor Carlos H. Millán, de los profesores del Instituto Comercial y de las Escuelas Primarias. Se refiere de un modo especial a la labor desarrollada por el Instituto Municipal, señor Luis Mercado R., que, durante el primer mes de epidemia “fue quien tuvo sobre sus hombros, la pesada carga de toda la labor que más tarde correspondió al Comité, labor intensísima y admirable para ser cumplida por un solo hombre”.

Después de extenderse en consideraciones cercanas de las causas que favorecieron el enorme desarrollo de la epidemia, dice que a su juicio, son las siguientes: el pueblo no estaba vacunado, ni revacunado, los primeros “casos” se ocultaron a los ojos de la autoridad; la carencia de locales de aislamiento para los pestosos, el estado de desaseo de la población; la indolencia del Gobierno y de la representación parlamentaria.

El número de personas atacadas por la viruela en la ciudad de Vallenar, y que pudo constatar el Comité, alcanzo a  585, que se descompone así: Hombres 146, Mujeres 210, Niños menores de diez años 229.

Habría que agregar un 10% que escapó al control del Comité, o sea, unos 58. Por lo tanto, puede estimarse que el número de variolosos alcanzó la cifra de 643, o sea, casi el diez por ciento de la población de Vallenar.

En los tres Lazaretos se hospitalizaron 302. El resto, bajo control médico, se atendió en sus casas.

Los fallecidos en la ciudad alcanzaron a 273, distribuidos como sigue: Hombre 111, Mujeres 162.

 

 

Juan Ramos Álvarez en su libro "Historia del Valle del Huasco" de 1948-1949.

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