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Relato en audio de Jorge Zambra (Historiador, Escritor y Encargado del Museo del Huasco).

 

"Creo que se les hizo justicia a la gente que esta alli, que no sabemos cuantos, no se conoce el número exacto de personas sepultadas".

Jorge Zambra - Relato Cementerio de la Viruela -
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Relato de Camila Herrera, profesora del liceo Pedro Troncoso Machuca y bisnieta de Rosa López.

 

“la persona que está identificada en el cementerio de los infieles  es mi bisabuela, de nombre Rosa López. Yo tuve información de los hechos gracias a mi abuela María Tronci,  quien era una connotada Vallenarina y reconocida como una de las administradoras del hospital Nicolás Naranjo. Mi abuela, la señora María Tronci  tenía seis años al momento de que ocurriera la peste, quién nos contó, a sus nietos, lo siguiente: mi madre (Rosa López) no murió afectada por la peste de viruela, sino, fue producto de la fiebre puerperal que la afectó  como consecuencia del parto. Después de esto, cuando mi madre estaba siendo velada, se acercó la guardia sanitaria en una carreta con caballos, y sin dar explicaciones, y sin pedir autorización a  la familia, procedieron a sacarla y "TIRARLA" a la carreta,  llevándola al cementerio de los infieles donde finalmente se perdió su rastro”.

Relato de Franko Urqueta Torrejón (investigador local).

 

“A mi juicio el tema de la epidemia de 1921 se trató de una negligencia de las autoridades de la época, como lo demuestran los artículos de los antiguos diarios de Vallenar de la época, donde se acusaba a las autoridades sanitarias dependientes del municipio de no haber adquirido las vacunas para la viruela, en una época en que esa medida ya era común, y la única medida efectiva, la prevención, ya que no se conocía otra forma de tratamiento de la enfermedad cuando ya estaba declarada; en ese caso, cuando ya la epidemia se declaraba, no quedaba más que construir lazaretos y aislar a los "variolosos", como se les llamaba en la época, para que el brote no continuara su expansión; se debe recordar que Vallenar atravesó por muchos episodios de viruela y sarampión a lo largo de su historia, con consecuencias muy funestas para nuestra población, por lo que el tema era conocido; otro elemento interesante es que las personas que sufrieron la enfermedad y la muerte eran en su mayoría de escasos recursos, muchas niñas y niños entre ellos, los que fueron arrojados al desierto, sin medidas paliativas de ninguna índole, para que murieran, allí mismo se levantaron las fosas comunes y lo que hoy se llama cementerio de la viruela o cementerio de infieles. (En alusión a que ni el cura quiso acercarse a darles la extremaunción)

 

Luego de ocurrida la epidemia, sin que las autoridades fueran sancionadas por su evidente negligencia, se prefirió olvidar el asunto, se pensó que el virus seguía activo por años en los cuerpos ya fallecidos, por lo que era mejor no acercarse para evitar un nuevo rebrote, por eso tantas tumbas no tienen nombre, ni lo tuvieron al momento de producirse el fallecimiento.

 

Lo hermoso de la historia local, es que siempre regresa, los alumnos del Liceo Pedro Troncoso Machuca, guiados por su profesor Italo Chávez Campbell y su anterior director, Juan Espinoza Pereira, así como otras personas entre las que me encuentro, han desarrollado caminatas masivas a ese cementerio, con estudiantes de variados cursos de ese liceo público, en el contexto de caminatas inclusivas por la historia local, donde, poco a poco, ese cementerio olvidado ha comenzado a llenarse de flores en algunas tumbas, pequeños ramos de flores en medio de la aridez; más aún, algunas estudiantes han reconocido los nombres de antiguas abuelas fallecidas y han aparecido algunas lápidas con el nombre de esas personas, así, la historia local regresa a la vida, en medio de un lugar de muerte, la memoria local no olvida a sus antepasados, a quienes fueron olvidados, arrojados a su suerte en las afueras de la ciudad; la memoria, como los ríos, siempre regresa.”

 Relato de Mario Rojas Madrid (Compilador Histórico).

Este episodio, que sucedió en 1921, dejo marcado a nuestra ciudad de Vallenar  a “fuego” al igual que el terremoto del año siguiente. Entre ambos eventos se pierden más  del 15% de la población, que en esa época era aproximadamente de 6.500.- habitantes.

La epidemia de la viruela pudo haberse evitado poniendo  un estricto control en la entrada sur de la ciudad, ya que se sabía que en La Serena se detectaron algunos  casos. Esta se propago rápidamente por el pueblo, siendo un niño  el portador de esta grave enfermedad, que las autoridades, a pesar de la berrera sanitaria que se dispuso para esta ocasión, que al parecer no fue muy eficaz.

La autoridad sanitaria dispuso de un primer Lazareto ubicado en Callejón Ochandia, para  después erigir uno en el altiplano sur, camino a lo que es hoy camino a la Planta Enami, la tónica mientras más lejos de la ciudad mejor, así se evitaría  la propagación a todo el valle.

Esta epidemia dejo un saldo de 273 personas fallecidas.

Hoy en día el cementerio  de los valorioso se encuentra en muy malas  y deplorables condiciones de conservación, ya que este fue “olvidado” por las autoridades de la época.  Un grupo de estudiantes lo visito  e hizo unos pequeños arreglos, una empresa construyo un camino  en uno de los costados del cementerio.  Los  que nos dedicamos a la historia nuestra siempre estamos y estaremos recordando hechos históricos, aunque trágicos, están en nuestra memoria colectiva.

    

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